Pinchazos, violencia patriarcal y autodefensa feminista

Lo sucedido este verano con los pinchazos deja en evidencia que la violencia sistemática sobre las mujeres sigue reproduciéndose y tomando nuevas formas. El fenómeno de los pinchazos, ya sea como sumisión química, o como forma de amedrentamiento (identificamos los dos supuestos como violaciones), no se puede comprender ni tampoco caracterizar exclusivamente mediante las categorías del capital. La racionalidad de estos sucesos únicamente puede explicarse teniendo en cuenta también la lógica patriarcal: solo son posibles en la medida en que los cuerpos de las mujeres se presentan como propiedad masculina, como objetos sobre los que los hombres tienen permitido el acceso y el control. Es decir, no podemos entender este tipo de fenómenos como una serie de comportamientos irracionales, incomprensibles o llevados a cabo por unos locos; solamente los comprenderemos en su totalidad como una expresión de la acumulación de poder y propiedad patriarcal. Al igual que el resto de las expresiones de la cultura de la violación, responden a una lógica y racionalidad patriarcales.

Por otro lado, hemos visto desde el principio cuál es la solución que el Estado ha querido dar al problema: llenar de policía los espacios festivos de socialización. Esta apuesta ha generado varios enfrentamientos, en especial en los txosnagunes. Así lo pudimos comprobar hace unas semanas en Algorta con la actitud violenta del Gobierno Vasco y la Ertzaintza. Con todas sus contradicciones y carencias (que no son pocas), los txosnagunes son una expresión de la autoorganización y del poder popular, que durante años han ido desarrollado mecanismos y protocolos para la autodefensa feminista. El Estado ha usado como excusa la cuestión de los pinchazos para, una vez más, tratar de intervenir en dichos espacios. Ante ello, reivindicamos la organización autónoma de las mujeres: compartimos el llamamiento a participar en las asambleas y grupos feministas de pueblos o barrios y tomar el compromiso de fortalecer y expandir la autodefensa feminista.

Finalmente, apelamos también a los hombres: vuestra participación en una sociedad patriarcal no es neutral. El hecho de haber sido socializados como hombres, os sitúa con acceso al poder y a la propiedad patriarcal: en el caso de las violaciones, estáis situados en la posición social que os permite subordinar el cuerpo de las mujeres y convertirlo en vuestra propiedad. Más allá de las violaciones o agresiones físicas "directas", el conjunto de pensamientos derivados de la mentalidad dominante patriarcal está arraigado en el fondo de vuestra personalidad.

Esa posición de poder, no obstante, no es un suceso natural, sino una condición construida culturalmente, es una construcción social, y esto es una buena noticia: puede ser superada. Sin embargo, de la misma manera que no aparece espontáneamente, tampoco va a desaparecer de la noche a la mañana. La despatriarcalización solo puede llevarse a cabo como proceso activo y consciente. Es fundamental entender que ni el caso de los pinchazos, ni el de la violencia patriarcal, es un problema de las mujeres o la disidencia de género. Los hombres debéis comprender que es sobre todo, vuestro problema: debéis convertirlo en vuestro problema y como tal, abordar el camino de la despatriarcalización. Dedicarle tiempo y energía, haceros cargo de ello. Únicamente así podremos hacerle frente de forma real e integral al desafío que supone la superación del patriarcado.