Mujeres al frente. Sobre la necesidad de los marcos autónomos como vanguardia
22 de noviembre, 2022
*Nota inicial dirigida a les disidentes de género: las escritoras de este texto hemos sido socializadas como mujeres y la sociedad nos reconoce como tal. Por lo tanto, es evidente que este texto ha sido escrito desde esa perspectiva.
Partiendo de ese punto, nuestro texto se encuentra incompleto. Ya que, entendemos que además de las mujeres, existe la categoría política de les disidentes de género. La expresión patriarcal del Sistema de la Dominación reproduce un tipo específico de violencia sobre vosotres: no os encontráis por tanto, al igual que las mujeres, con capacidad material ni social para ejercer el poder patriarcal.
Debido a ello, creemos que tanto las mujeres como les disidentes de género compartimos trinchera. Creemos firmemente que vuestro papel es de vital importancia, tanto de los marcos autónomos como el papel de vanguardia de los mismos, teoría que desarrollaremos durante el texto. Actualmente, no hay ningune disidente de género que forme parte de Kimua. No nos corresponde a nosotras hablar en vuestre nombre, estamos lejos de vivir las experiencias que habéis vivido en vuestras carnes, y por tanto, tampoco podemos desarrollar el análisis político que subyace de dichas experiencias. Dicho esto, sois bienvenides a realizar cualquier aportación y por supuesto, también a uniros a nuestro marco político.
Sin mujeres, no hay revolución posible.
Comenzamos este articulo con esa aseveración, la cual iremos desgranando poco a poco a lo largo de las siguientes líneas. Así mismo, discutiremos sobre el papel de la mujer en la revolución, sobre la importancia de los espacios autónomos y la necesidad que éstos se configuren como vanguardia.
Ante una afirmación tan contundente, nos vemos con la obligación de realizar un análisis al respecto. Ya que, cuando hablamos de revolución, la primera imagen que nos viene a la mente no es la de una mujer. Si atendemos a la historiografía de los procesos revolucionarios, enseguida nos percataremos de que el papel de la mujer ha sido relegado a espacios sin visibilidad alguna. Por norma general, nos hemos dejado el cuerpo y el alma en trabajos invisibilizados, aunque imprescindibles para la supervivencia de la revolución, lejos de la primera línea de frente. Hay múltiples razones para explicar dicho fenómeno y todas recaen sobre el patriarcado: porque por nuestra forma de socialización no nos hemos visto con fuerzas a la hora de tomar la iniciativa; porque cuando nos hemos animado a estar en el frente, el colectivo, guiado por inercias sociales, nos ha menospreciado o no nos hemos sentido cómodas o seguras en dichos espacios; porque la carga de trabajo relacionada con los cuidados nos ha impedido tomar posiciones más proactivas dentro de la militancia… Las mujeres hemos sido apartadas un segundo plano dentro de los procesos revolucionarios.
En primer lugar, quisiéramos ensalzar el trabajo que miles de mujeres han realizado detrás del telón, ya que, si no fuera por ellas, por las anónimas, sería impensable siquiera pensar en la misma revolución.
De hecho, en el contexto patriarcal nos han especializado en la reproducción domestica de la fuerza de trabajo y en el mismo seno de los procesos revolucionarios, hemos seguido reproduciendo dicho rol: hemos trabajado como sanitarias, hemos sostenido emocional-, sexual- y físicamente a nuestros compañeros, hemos sacado adelante la familia mientras los hombres se encontraban en el frente, en la clandestinidad o en el exilio…
La conclusión a la que queremos llegar es que, por icónico que parezca la figura del militante armado a lo largo de los fragmentos de la Historia, la revolución es un proceso colectivo en sí mismo, el cual sería imposible sin la combinación de distintas tareas y responsabilidades. Una condición sine qua non para llevar a cabo este proceso ha sido el trabajo invisibilizado de las mujeres, y queremos enfatizar su valor.
Así mismo, también queremos evocar a todas las mujeres que han tenido protagonismo en los procesos revolucionarios. Podemos encontrarlas en los libros de Historia, aunque una minoría, se han posicionado en primeria línea y dirigido la revolución. Muchas, a su vez, han decidido formar organizaciones no mixtas dentro del proceso revolucionario, organizaciones que gozaban de total autonomía; o las que bajo la misma estrategia común de una estructura política o militar, se han organizado de manera no mixta.
Ha llegado la hora de que rompamos con las inercias patriarcales de la revolución, y ocupemos la primera línea de frente, tomando a estas mujeres como vivo ejemplo de la lucha. Sin embargo, previo a profundizar en esta idea, antes de reflexionar sobre el papel que las mujeres debemos ocupar dentro de la revolución, es imprescindible definir la revolución en sí misma. Hay que entender la revolución como un proceso integral y transversal. En el libro en el que asentamos nuestro marco teórico básico, podemos leer la siguiente cita: Entendemos la revolución como un proceso político de naturaleza compleja y no lineal, mediante el cual se trata, en primer lugar, de identificar y comprender en su totalidad las relaciones de violencia y opresiones existentes en una realidad social determinada. (…) Horizonte estratégico (…) ese horizonte estratégico ha de contemplar la superación de toda dominación, de modo que posibilite la construcción de una sociedad libre e igualitaria en ausencia de toda distinción de clase, incluidas las de genero y raza. Y para ello, hemos de ir a la raíz de la dominación: la propiedad privada y la mentalidad dominante que la acompaña, que en nuestro caso esta compuesta por el pensamiento liberal-burgués, patriarcal y racista.
Entendemos entonces, que la destrucción de la mentalidad dominante es uno de los objetivos estratégicos de Kimua, siendo por consiguiente una de las premisas sin la cual no se podría materializar la revolución.
El Sistema de la Dominación ha establecido un marco de valores concreto a la hora de construir nuestra personalidad y así es que muchos de los pensamientos y actitudes que reproducimos en nuestro día a día suponen un escollo en pro de la construcción de la Vida Libre. Por lo tanto, es imposible llevar a cabo ninguna revolución sin cambiar el marco de valores y actitudes que permiten que reproduzcamos las relaciones de dominación, no al menos la revolución como la entendemos nosotras.
Es más, para la consecución de dicho objetivo tampoco creemos en un etapismo: no creemos que sea viable comenzar a desarrollar nuestra propuesta política para una cultura equitativa una vez hayamos tomado el “Palacio de Invierno”. Comenzar hoy mismo a allanar el terreno que nos permita enterrar la mentalidad dominante es un paso imprescindible de cara a la supervivencia de la revolución y de camino a la Vida Libre.
Es esencial entender la revolución bajo estas premisas, ya que, en base a la interpretación de la idea de revolución, el papel que ocupamos las mujeres podría variar. Por lo tanto, queremos esclarecer que es imposible llevar a cabo la revolución sin eliminar la mentalidad dominante que perpetua las relaciones de violencia contra nosotras.
La condición que permitirá alcanzar el objetivo mencionado es que las mujeres profundicemos en el proceso revolucionario. Solamente las mujeres podemos reflexionar, diseñar y guiar el proceso en contra de la violencia que sufrimos. Y solo mediante el proceso revolucionario podremos adquirir las herramientas precisas para la lucha.
Cabe decir que ese proceso de profundización no se dará de manera natural. Sin volver a mencionar las razones detalladas con anterioridad, las mujeres hemos sido históricamente devaluadas como subjeto político, dificultándonos dar el salto hacia la cultura militante y a tomar parte de manera más proactiva. Las mujeres hemos sido minoría dentro de las organizaciones revolucionarias y cuando hemos sido partícipes de las mismas, el rol que hemos jugado ha sido invisibilizado o se nos ha relegado al trabajo entre bastidores.
Por lo tanto, dado que es un proceso que no se dará de manera espontánea, debemos utilizar todas las herramientas que disponemos a nuestro alcance para fortalecer la presencia de las mujeres en espacios militantes. Una manera de alcanzar dichos objetivos es la creación de marcos no mixtos. A través de la historia ha habido cantidad de mujeres que han visto la necesidad de organizarse de manera no mixta dentro de una misma estrategia revolucionaria. Hoy en día, en Euskal Herria, podemos ver claros ejemplos de ello: Itaia dentro del movimiento socialista o el ekimen feminista englobada dentro de Jardun. Cabe mencionar también a Euskal Herriko Bilgune Feminista, proyecto que aúna reflexiones de mujeres procedentes de distintos espacios. Y como no, hacer referencia también a todos los grupos no mixtos del movimiento feminista que no tienen nexo orgánico con otras organizaciones y que trabajan y luchan de manera totalmente independiente.
En Kimua también consideramos indispensable la creación de un espacio como los descritos: una estructura autónoma de mujeres. En nuestra opinión, contamos con motivos de sobra para organizarnos de dicha manera:
La creación de espacios de decisión sin hombres, por un lado, facilita la generación de un entorno en el que no se reproducen las dinámicas de según el género, fomentando así la participación y empoderamiento de las compañeras y posibilitando que compañeras que de otra manera no tomarían parte, empiecen a militar. Así mismo, contar con un espacio de toma de decisiones propio nos permite profundizar en la estrategia, tarea que por norma general queda fuera de nuestro alcance. De esa manera, además de poder decidir y diseñar la estrategia y su aplicación táctica, nos permite elaborar una agenda propia en la que los ritmos los marquemos nosotras mismas.
Por otro lado, una estructura autónoma garantiza que las decisiones de las mujeres tengan una representación colectiva dentro de los espacios mixtos, dotando a nuestras voces de la trascendencia y repercusión que individualmente no tendrían.
Finalmente, aunque la estructura autónoma tenga la responsabilidad de asegurar el progreso y la revisión del proceso de despatriarcalización de los hombres militantes de Kimua, la carga de trabajo relativa al mismo recaerá sobre los hombres.
Sin embargo, no creemos que con generar estructuras autónomas sea suficiente. Haciendo uso de estas estructuras no mixtas, las mujeres y disidentes de género debemos ser la vanguardia del proceso revolucionario.
Cabe decir que, cuando nos referimos a vanguardia, hacemos referencia al significado original de la palabra avant-garde proveniente del francés, el cual indica tomar la primera línea. No creemos que el término vanguardia haya que relacionarlo con el mantra de la “Verdad absoluta”, tal y como se interpreta en la corriente leninista más autoritaria. En este caso, relacionamos tomar la primera línea con el compromiso y la responsabilidad militante que van más allá de lo habitual; con el hecho de acabar con el mundo de la Dominación y trabajar por un nuevo paradigma político. Aquella que siembra la pasión por la revolución con cada pisada que da. En base a esta definición, todas las que hoy en día se encuentran pensando y actuando en pro de la vía revolucionaria, están en una posición de vanguardia respecto a la mayoría de la sociedad. Es decir, no hay una única vanguardia revolucionaria (la nuestra), sino que ésta se materializa en los distintos colectivos y líneas ideológicas que abogan y trabajan por intentar ir un paso más allá.
Aun así, hemos de ser conscientes de los riesgos que conlleva para la revolución misma mantener una posición de vanguardia y valernos de herramientas para prevenirlos. La posición de vanguardia genera referencialidad y acumulación de poder, las cuales hay que gestionar adecuadamente para impedir que se transformen en egolatría, tiranía y mezquindad. De cara a evitar esa transformación, la vanguardia mostrarse predispuesta a ser criticada constantemente y trabajar en todo momento a favor del colectivo.
Nuestro cometido final, en todo momento, es que todas las clases desposeídas remen hacia el camino revolucionario, organizándose y actuando desde ahí. Por lo tanto, el destino de la vanguardia es el de desaparecer, el de disolverse en un pueblo consciente, organizado y en lucha.
Prosiguiendo con el desarrollo de la tesis presentada, son varias las razones por las cuales la vanguardia debe de estar compuesta por mujeres y disidentes de género:
En primer lugar, tan solo un proceso liderado por mujeres puede considerarse como revolucionario. Esta premisa no quiere decir que los hombres no puedan tomar parte en los espacios organizativos revolucionarios. Sino que los hombres, acostumbrados a copar la primera línea de frente, deben aprender a dejar de acapararlo, liberando espacio para que lo ocupen las compañeras y de la misma manera, redirigir su función en la vanguardia al proceso de despatriarcalización. Ya que, si bien es cierto que todas las compañeras educadas en sociedades patriarcales necesitamos un proceso de despatriarcalización, los que ostentan el poder social patriarcal son aquellos que han sido construidos e identificados como hombres. Por ende, al poseer esa posición de privilegio, la labor que deben acometer de cara a deconstruir la mentalidad patriarcal será mayor.
Debido a esto último precisamente, creemos que la labor de los hombres desde su posición de vanguardia es la de llevar a cabo el proceso de despatriarcalización. Serán referentes para otros hombres hacia la deconstrucción de la mentalidad patriarcal y desde una vanguardia “compartida”, deben también de fomentar el liderazgo de la mujer. De lo contrario, la sociedad patriarcal le asignará al hombre todo el poder y lo jerarquizará, una vez más, por encima de la mujer, a pesar de que ambas militantes, él y ella, luchen desde la misma posición de liderazgo. Ha de haber un claro y explícito rechazo al poder.
Por otro lado, también entendemos que organizarnos en la vanguardia es un ejercicio de empoderamiento, un paso imprescindible para deconstruir el sistema sexo-genero patriarcal. Hemos sido educadas en base a la subordinación, y ese carácter asignado a nuestro género nos ha amputado ciertas cualidades imprescindibles para la revolución: perspectiva estratégica, aptitudes para el liderazgo, desarrollo de herramientas analíticas, capacidad de profundizar teóricamente, habilidad dentro de la oratoria y el debate… El hecho de posicionarnos en el liderazgo, con la responsabilidad que ello acarrea, conllevaría, necesariamente, a desarrollar todas esas cualidades.
Haciendo referencia a esto último, quisiéramos hacer una puntualización, ya que, entre los libros de Historia se encuentran numerosas militantes mujeres y disidentes de género que se han convertido en referentes, pero la gran mayoría de ellas han volcado su lucha a la problemática de género, “especializadas en lo suyo.” No podemos entender el patriarcado como algo “nuestro”, no es una lucha sectorial sino una de base, fundamental. Por lo tanto, debe de ser prioritaria dentro de cualquier organización revolucionaria. Así mismo, el hecho de ser oprimidas desde la perspectiva de género, no nos tiene que limitar únicamente a teorizar y desarrollar una práctica política relativa a la problemática de género. Si queremos hacer la revolución, es imprescindible entender el Sistema de la Dominación en su complejidad y totalidad.
Siguiendo con el hilo de las características asignadas al género, queremos hacer mención especial a ciertas cualidades sociales que se le han asignado a la mujer y subrayar la potencialidad revolucionaria de las mismas. Los procesos revolucionarios de los que somos conscientes y que se han dado hasta el momento, no han considerado como punto fuerte las características que a continuación vamos a detallar. Por lo tanto, queda en nuestras manos introducir esos valores dentro de la organización militante, a través de la referencialidad y liderazgo de nuestra práctica.
No podemos concebir el camino hacia la Vida Libre sin garantizar un espacio para la empatía, los cuidados y las emociones, así como el reconocimiento a todas las labores invisibilizadas, en segunda línea. Todas esas tareas sostienen el trabajo visible, siendo pilares fundamentales que condicionan la victoria del proceso. Sin embargo, esos valores, relacionados con la sensibilidad y debilidad, han sido interpretados como perjudiciales para la revolución, negándoles su potencialidad. Estamos seguras de que a lo largo del hilo revolucionario de la historia estos valores se han reproducido entre camaradas, gracias a ello, se han podido materializar las distintas organizaciones, procesos revolucionarios y victorias. Pero creemos que se han desarrollado de manera natural y por inercia, no porque la organización revolucionaria los priorizase dentro de sus programas. Por consiguiente, no se les ha asignado un espacio formal, organizado y con unas bases comunes para abordarlos. Interpretamos esto como talón de Aquíles dentro de los procesos revolucionarios, una enseñanza que debemos aplicar, ya que ese marco de valores, ese marco ético, es el que en muchos casos puede diferenciar la victoria del fracaso. Ha llegado el momento de ensalzar las características que hasta ahora se han relacionado con la sumisión, de darle luz revolucionaria a lo que se ha mantenido en la penumbra.
Por último, cuando hablamos de que las mujeres y disidentes de género debemos de ser vanguardia, también hablamos de justicia histórica, de tomar el lugar del que se nos ha privado. Es difícil que nos vengan a la memoria experiencias revolucionarias guiadas por las que sufrimos opresión de género y consideramos como una aportación con gran potencial descubrir dichas luchas y darles vida de nuevo, en el aquí y en el ahora.
Como conclusión final de todas estas reflexiones, queremos, a modo de carta de presentación, darnos a conocer como Marco Autonomo (MA) de Kimua. Además de jornadas a los que todas estáis invitadas y análisis que están aún por publicar, una de nuestras labores será la de haceros llegar biografías de diferentes mujeres revolucionarias, trayéndolas a la memoria y homenajeando a sus nombres y lo que hicieron, y es que solo muere lo que es olvidado.
Y a vosotras, compañeras, mujeres y disidentes de género organizadas, avanzad en el camino hacia la revolución, tomad la posición que os ha sido negada.
Ya que, sin nuestra vanguardia, no existe revolución.
Marco Autónomo de Kimua