El euskara en la encrucijada. Algo más que una ofensiva judicial

El euskara en la encrucijada. Algo más que una ofensiva judicial

Más de una parece sorprenderse por las últimas decisiones judiciales que tratan de socavar el proceso de normalización del euskara en la CAPV. Sin embargo, el sentido de todo estado-nación moderno es precisamente ese: el de la homogeneización cultural de tal forma que sea posible el gobierno y administración de la sociedad a través de una estructura de poder lo más centralizada posible. En eso ha consistido históricamente el proyecto modernizador tanto español como francés. Si bien es cierto que, al menos en el Estado español y bajo el marco del Régimen del 78, se han dado avances notables en la normalización e institucionalización del euskara en algunas zonas de Euskal Herria, el núcleo constitucional tanto español como francés no deja margen para mucho más. La normalización plena en el uso del euskara nunca será posible bajo el marco de esos dos estados.

Dicho lo cual, no podemos obviar que el euskera, y en general la cultura vasca, se encuentran en una encrucijada histórica que va más allá de la ofensiva judicial actual. Aquí nos gustaría destacar dos de las claves que caracterizan ese punto de inflexión histórico. En primer lugar, el proceso de institucionalización y modernización del euskara, aunque en ningún caso haya sido pleno, sí que ha invertido en cierta medida su posición en la sociedad. Aquí es importante subrayar que la situación del euskara es muy diversa y que no en todos los lugares se ha dado tal normalización: hablamos principalmente de la CAPV y marginalmente de Nafarroa Garaia. El caso es que el euskara ha pasado de ser un marcador de clase, ligado al campesinado y las clases rurales desposeídas, propia de pobres y paletos, a una lengua ligada a los sectores más acomodados de la clase trabajadora y parte de la burguesía. En muy pocos lugares de Euskal Herria hoy en día el euskara es la lengua cotidiana de las clases desposeídas y la cultura popular de las mismas. Esto hace que cada vez una mayor parte de la población entre en contacto con el euskara exclusivamente a través de figuras de autoridad ligadas al aparato administrativo y burocrático del Estado (escuela, trámites institucionales, acceso a puestos de trabajo públicos…). Todo esto sucede con especial intensidad para la población migrante, lo cual a priori tiende a generar un sentimiento de desafección respecto al euskara. Además, no podemos obviar que en ciertos lugares el euskara empieza a convertirse en un marcador de clase en el sentido contrario: es una tendencia innegable que muchas familias utilizan el sistema de Ikastolas como herramienta de segregación con la que evitar que sus hijas se “mezclen” con población migrante y empobrecida.

Con todo, no negamos aquí la necesidad del proceso de normalización, institucionalización y en general de modernización que requiere toda lengua si queremos asegurar su supervivencia fuera del contexto rural y más allá de la mera reliquia etnográfica. Más aún para una lengua como el euskara, que ha sufrido un intenso proceso de persecución histórico que la ha extinguido en muchos lugares y debilitado enormemente en el resto. Sin embargo, todo ello no puede implementarse a costa de que deje que ser una lengua viva ligada a la cultura popular y trabajadora. En nuestra opinión, una de las claves para que el euskara sobreviva como lengua viva de la sociedad, no del Estado, es que sirva como vehículo de emancipación para las clases desposeídas. Que funcione y que por tanto sea percibida como una herramienta de lucha a través de la cual es posible mejorar las condiciones de vida materiales de la mayoría de la sociedad. Si una parte importante de la ola migratoria española del siglo XX se euskaldunizó, fue precisamente por eso, porque el euskara iba ligado a un proceso de lucha de clases y emancipación de la sociedad. Circunstancia que hoy en día no parece cumplirse y sobre la que es nuestra responsabilizad avanzar.

Por último, otra de las claves que queremos subrayar en relación al euskara nos conduce a la forma en la que abordamos e interpretamos la cuestión nacional. En concreto, a cuál es el papel que juega el euskara en la concepción de la nación vasca, y sobre todo, a cuál es el que juegan las lenguas que no son el euskara. Esto nos lleva a abordar una problemática axial de todo pensamiento nacionalista: el de la interpretación en términos políticos o culturales de la cuestión nacional. Como ya hemos señalado en diversas ocasiones, el nacionalismo vasco, tanto a izquierdas como a derechas, no ha dejado de ser en esencia un nacionalismo de tipo cultural, en el que se interpreta la existencia de un pueblo ligada a un sustrato étnico-cultural común. En el caso de Euskal Herria, al euskara y la cultura vasca. Si hay zonas de la nación vasca en las que no se habla euskara es porque su uso fue desplazado/suprimido por el castellano y el francés, y en la medida de lo posible tal uso ha de ser reestablecido.

Ante tal perspectiva, creemos necesario explorar la forma en la que se expresaría la nación en términos políticos. ¿Es posible la existencia de una nación vasca multi-étnica? ¿Una nación cuya característica fundacional no sea una lengua o cultura determinadas sino un proyecto de emancipación social? La cuestión aquí va más allá del castellano y el francés: el árabe, el wólof o el chino hablado por muchas comunidades que ya están asentadas en Euskal Herria, ¿forman parte de la “nación vasca”? ¿Toda esa diversidad étnica y lingüística forma ya parte constituyente del pueblo vasco, o su única posibilidad para incorporarse “verdaderamente” a la nación vasca es mediante la integración y asimilación lingüístico-cultural plena? El aumento de la diversidad étnica y cultural de los territorios vascos es un hecho irrefutable y una tendencia que sin duda va a ir en aumento. Es por ello que dar una salida a estas interrogantes es fundamental, no solo para la supervivencia del euskara sino de Euskal Herria como proyecto político. El euskara, en tanto que lengua históricamente perseguida en nuestro territorio, es un vehículo de resistencia en Euskal Herria. Y eso le confiere el potencial para convertirse en lengua común de todas aquellas que luchan y resisten: una lengua franca para el avance revolucionario en territorio vasco. He ahí la contradicción fundamental a la que se enfrenta el euskara y en general la cuestión nacional en el plano estratégico: cómo lograr que el euskara, siendo una variable étnico-cultural (como lo es todo idioma), trascienda esa forma cultural y pase a ser un factor de carácter mayormente político. Una herramienta para la lucha que vinculará a diversas realidades étnico-culturales en un proceso de emancipación de clase común.